Greenlight Academy Rol
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La academia Greenlight, reside dentro del pueblo de Haus, comprado y fundado por Adelbert Greenlight. En las cercanías de dicho pueblo, podemos encontrarnos con la capital de Australia, Canberra, donde se puede llegar en tren, camión e incluso en bicicleta. Los estudiantes, funcionarios o habitantes pueden llegar a Sydney en cualquiera de los transportes señalados, así como también tomando un avión con ese destino, si se cuenta con el dinero apropiado.
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Mensaje por Viktor von Westermann Jue Mar 03, 2016 10:05 am
Aun recordaba a aquella niña que estaba buscando, sus ojos desorbitados debido al miedo, al pánico, al dolor que estaba sintiendo. Una expresión deliciosa que sin importar cuantas víctimas reclamara no podría olvidar el sabor de su sangre, el sabor del momento. Le gustaba infringir miedo, sembrar pánico y destruir familias, era un verdadero placer. Pero sin importar cuantos desastres causara, no podía olvidarse de esos ojos dulces, de aquella interesante expresión de miedo… Curiosamente, cada vez que la recordaba chupaba la sangre del ser más cercano, dependiendo de la excitación lo mataba o lo dejaba con vida para terminar de comérselo otro día. Estaba seguro de que ella tampoco había sido capaz de olvidarle, estaba seguro y deseoso de conocer que era el rostro de todas y cada una de sus pesadillas desde aquella sangrienta noche, nada le alegraría más que saber que ella aun pensaba en él… ¡Ah! Por los dioses, las historias trágicas de amor lo eran todo en la vida, ya la veía anhelando el siguiente encuentro, pensando en su lunático amor todo el tiempo… Él sabía que era una obsesión en la vida de ella, ella podía pensar que solo fue una víctima más, pero no. En el fondo, Viktor sabe que sintió esa conexión. Ese lazo silencioso que los unía y los convertía en uno solo.

Había llegado a esa academia como último destino para encontrarla y si no la encontraba se guiaría de cualquier olor familiar aunque no perteneciera a ella. Últimamente había estado teniendo fantasías con ella, algunas más fuertes que otras, se imaginaba con ella en su cama, mientras hacían algunas cosas un poco subidas de tono, se imaginaba tocando sus senos, algo grandes debido a que ahora debía tratarse de una señorita y no de una niña como hace unos años, como la primera vez en la que se encontraron. Soñaba sus dedos trazando su piel y su lengua contorneando su cuerpo, delineando cada una de las líneas de su piel y era simplemente hermoso. Degustar el cuerpo de tu víctima antes del plato principal, aunque podía ser interpretado como comer el postre antes de la comida principal, no es que tuviera algo de malo pecar. Hay cosas peores como matar a una familia completa, oh, error, eso ya lo había hecho. Quizás no era el mejor ejemplo para expresar lo contrario, él ya era un pecador desde el instante en que se convirtió en un no-vivo.

Estaba seguro de que ella no lo había olvidado. Para hacer un leve recuerdo dulce de todas las cosas que ya han sucedido y están cubiertas por montañas y montañas de polvo, decidió ir a un museo. Estaba interesado por el cómo interpretaban la historia en aquella ciudad, en aquella época, a él le tocó hacer historia, vivir historia y siempre le causaba gracia la forma en la que la pintaban en la actualidad. Lo cierto es que quizás no había imaginado que en un sitio rodeado de historia podría encontrar a la chica cuya historia, cuyo fragmento de historia jamás había olvidado. Quizás, no había pensado que al admirar esa pintura de Van Gogh, “Los girasoles”, se iba a encontrar lado a lado con aquel dulce olor, mismo que le hizo voltear de inmediato como golpeado por el viento misterioso de la Rosa de Guadalupe, y ahí… Ahí estaba ella, tan dulce y pura. Tan cambiada, tan mujer.
Viktor von Westermann
Viktor von Westermann

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Mensaje por Desirée Bonheur Lun Jul 11, 2016 4:23 pm
Era fin de semana y no podía concentrarme, a pesar de todos mis intentos fallidos desde el viernes en la noche por realizar aquel ensayo que se debía entregar para el lunes a primera hora. Ni siquiera en la biblioteca podía concentrarme, aun si se trataba de un lugar silencioso y escasamente frecuentado por alumnos a excepción de aquellos que, al igual que yo, deseaban apurar sus deberes. Cosa no extraña en la casa que me había tocado, pues tenía entendido que allí sólo ingresaban los de alto rendimiento académico. Entonces me cuestionaba el porqué alguien como yo, tan insignificante y con las calificaciones más mediocres, pudo ser aceptada en una residencia como aquella. Podía entender en cierta parte las miradas de desdén que me dirigían mis compañeros cuando descubrían que era yo quien les atrasaba en las calificaicones globales; la burla de los miembros de otras casas al encontrarse con un ser tan inútil y patético como yo... Todo eso lo podía entender, incluso desde instituciones pasadas. Por ende no me extrañaba verme sin amigos, y todo eso estaba bien... era el castigo que tenía que pagar por no poder ser como los demás, por no poder saber sociabilizar como cualquier persona normal lo haría. Por ser tímida, callada, mala en los deportes y estudios, nerviosa, torpe... ¿Cuánto más había que añadirle a la lista? Por eso podía entenderlo bien...
Aunque no siempre fui así; como cubierto por una pesada neblina que con el pasar de los años se hacía más densa, podía recordar un período de mi infancia en el que realmente podía sonreír con naturalidad y disfrutar de la compañía ajena, de la presencia de mis padres y familiares, de los demás niños... Había podido jugar con ellos como cualquier otro niño lo hubiera hecho. Pero algo sucedió que eso cambió, y a raíz de allí no volví a ser la misma. Aquellos ataques de pánico, esos momentos de amnesia inexplicables, pero sobre todo las pesadillas... Esas pesadillas constantes de sangre, dolor, terror y sufrimiento, protagonizadas por unos chispeantes ojos rojos y unos afilados colmillos blancos... El sólo recrear imágenes difusas de estas servían para erizarme la piel y dejarme con la mente en blanco, en shock.
¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Por qué de aquellos sueños angustiantes? Eso no lo podía entender... ¿Qué había sucedido conmigo para que todo aquello cambiara tan drásticamente? ¿Qué había hecho yo para ser la merecedora de tal tortura?
No lo entendía...
Por fortuna, por ahora, ese era el menor de mis problemas. Tenía que enfocarme en mi ensayo sobre historia, y quedarme en las instalaciones de la academia no me ayudaba demasiado a realizar un trabajo que si bien sabía que no sería perfecto, al menos deseaba que fuera aceptable. Con esta idea en mente fue que tomé la resolución de, por primera vez desde mi llegada, aprovechar mi tarde libre para salir y buscar mejores fuentes de información. Así terminé en el museo de la ciudad, contemplando las bellas obras plásticas que nuestros antecesores realizaron en sus épocas respectivas. Aunque se me ofreció unirme a un grupo guiado, preferí ir por mi propia cuenta. No deseaba atrasar al resto, y el saberme rodeada de personas era factor más que suficiente para sacar a frote mi acostumbrado nerviosismo. Y ya sabía de antemano que, tras este, vendría la toperza...
Prefería quedarme sola...

¡Qué hermoso! -susurré con suave voz, absorta en la pintura de cálidos colores que tenía ante mí.

Ni bien dije eso fue que un desagradable escalofrío recorrió mi espina dorsal e hizo que mi cuerpo temblara sin razón aparente. Tragué saliva en seco y mi vista se quedó petrificada, al igual que el resto de mis miembros, sobre la obra. ¿Qué era aquella sensación? ¿Por qué....? ¿Por qué sentía que esto ya lo había experimentado antes?
De forma lenta, con temor, giré mi rostro hacia el hombre que hasta hacía unos momentos había sido mi compañero de observación. Empalidecí de repente.
Era él... no, no lo conocía, ni siquiera su rostro se me figuraba haberlo visto antes, pero algo dentro de mí sabía que era él. ¿Quién? No, no lo sabía... pero era él. Y esos ojos... eran los mismos, idénticos a los de mis pesadillas.... De repente comencé a ver manchas de sangre por todos lados: en las paredes, en el suelo, en las obras, pero sobre todo en la figura contraria. Mi respiración se tornó dificultosa y la taquicardia fue en aumento. Quedé paralizada mientras nuestras miradas se encontraban y se veían mutamente. Hallé reconocimiento en las orbes rojizas, y un sentimiento terrorífico que no deseaba averiguar.
¡Huye!
No supe cómo, y no me detendría a averiguarlo, pero encontré el coraje necesario para retroceder y, finalmente, desviar la mirada hacia la salida de aquella estancia. Con paso apresurado me dirigí a esta. ¿Por qué guardaba la compostura? ¿Por qué no corría? ¡Tenía que salir lo más pronto posible de allí! Estábamos totalmente solos, y nunca antes en la vida deseé tanto estar rodeada de la mayor cantidad posible de personas.
Desirée Bonheur
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Mensaje por Viktor von Westermann Dom Sep 18, 2016 8:06 am
Eran unos ojos únicos, sabía que por más que lo intentara nunca podría olvidarlos. Eran los ojos con los que soñaba en cuanto iba a dormir y en los que pensaba cuando despertaba. Aquel dulce olor que emanaba de ella, era el mismo que cuando era una pequeña niña, era más intenso ahora que le había extrañado tanto. Se lamió los labios cuando notó el pánico en su mirada, si. Quería que ella le tuviera miedo, más miedo, hasta que se volviera loca por las emociones que le hacía sentir ese miedo. Quería más, quería ver el pánico y la sangre goteando de su cuello, ahora lo sabía. Ella estaba en Australia y no iba a escapar. Aun así, quería jugar un poco con ella. Al gato y al ratón. Quería cazarla y que ella sintiera que podía escapar, en el último instante, rasgarle el cuello y asesinarla. Sería un juego divertido, un juego que quería jugar con ella.

Ella estaba alejándose apresurada de él, pero no podía escapar. La había buscado durante años, la había buscado en cada rincón del mundo y ahora que la tenía tan cerca, no podía escapar. Se acercó a paso lento a ella. Podría usar sus poderes para moverse más rápido, pero él iba a paso lento mientras ella sentía pánico. Sus pasos eran lentos y medidos. En algunas zancadas estuvo a su lado, le sujeto del brazo con algo de fuerza y le jaló hasta él. Su mano izquierda fue colocada en los labios de la chica para impedir que gritara, mientras comenzó a arrastrarla hasta detrás de una columna por si entraba otra persona. La espalda de la chica estaba contra su pecho, así que tenía una vista buena de todo el resto de su cuerpo. Ella se había convertido en una mujer.

Si no gritas, no te haré daño.— Habla en voz baja, antes de soltarle los labios, pero sin alejar el cuerpo de su pecho. Quería verla de frente, pero tenía miedo de asustarla. —¿Me extrañaste, preciosa?— Se pasó la lengua por los dientes y la apretó más contra él, cubriendo sus labios para darle una fuerte inhalada en el cuello. Era dulce, era deliciosa. Pero por más que quisiera devorarla ahí, sabía que tenía que guardar distancias, así que le soltó. —Déjame invitarte por un café, o te irá mal.— El deje de amenaza es presente en su voz, acaricia el cabello de la chica, antes de empujarla un poco lejos y caminar. Espera que la chica entienda que gritar no va a funcionar de nada. Él puede tomarla en un segundo.
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