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La academia Greenlight, reside dentro del pueblo de Haus, comprado y fundado por Adelbert Greenlight. En las cercanías de dicho pueblo, podemos encontrarnos con la capital de Australia, Canberra, donde se puede llegar en tren, camión e incluso en bicicleta. Los estudiantes, funcionarios o habitantes pueden llegar a Sydney en cualquiera de los transportes señalados, así como también tomando un avión con ese destino, si se cuenta con el dinero apropiado.
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Mensaje por Apolo Vyntra Sáb Mar 19, 2016 11:47 pm
“La fresca corriente de aire, llama y quiere que le escuchen. Acaricia con suave voz, dulce y calma, susurra en las hojas de los árboles su secreto, y lo cuenta al mundo con el sonido que provoca al romper lo mudo de la naturaleza. ¿Puedes oírlo? Como canta entre corrientes, como llora en secreto, como ríe en esplendor de la vida misma. Respira y suelta lentamente, se tienes todo el tiempo del universo, y el universo tiene tiempo que divide entre todos nosotros, y nos mira, desde lo más profundo de su entraña oscura y fría, donde todo lo que existe y lo que no, fue creado. Mira y cree, porque nada bueno empieza sin ser pensando en algún momento…”

Sabias palabras recitaba la mente del Dragón, bestia magnífica y pura, que mira la vida desde ojos tan claros como el mismo cielo. Infla sus pulmones lentamente y retiene, saboreando el hecho de existir, dejando que las corrientes de aire acaricien las hebras albinas y las guíen hasta un nuevo destino; suelta y descansa los pulmones por unos cortos momentos y repite. Sentado en un verde y fresco césped, medita y piensa los seis siglos que ha vivido entre nosotros y los que vivirá después de cada segundo. Descansa los ojos de la luz del día, limitando su vista a lo que puede ver únicamente con el saber de su mente, se deja llevar entre lo que es y lo que no, y lo que podrá algún día ser; descubre entre pensamientos el futuro y el pasado, los misterios que jamás serán resueltos y los que aún permanecen ocultos. Piensa sobre todo y a la vez en nada, viaja hasta el infinito del universo, y una vez que llega a uno de sus finales, regresa por donde vino y corre hacía el otro, descubriendo incluso sus propios límites. Qué bello es pensar, sentir, querer y amar; tener un momento para su propia mente y divagar entre los pensamientos de la vida y la posible muerte que nos espera, a todos nosotros.

Y cuando finalmente se sintió listo, abrió los ojos. Regresando desde los confines del universo, explorado sólo por él. El sonido del mar, relaja los músculos de su cuerpo y de su espíritu, la brisa salada inunda sus fosas con la desesperación de ser un aroma, la vista de Apolo admira toda la creación: tanto azul y blanco reunido en un solo lugar, debe de ser especial, como el más mínimo detalle existente en el objeto más pequeño y más sin valor de todos los tiempos, es simplemente hermoso.

Sin querer ser encontrado, deja que su espalda repose sobre suavidad verde que nace de la tierra de las colinas, dejándose cubrir por lo alto de la hierba que interpreta la danza más elegante sólo para él. Apolo sonríe mirando al cielo, ahí donde todos los creyentes se reúnen en la otra vida y vuelan entre las blancas nubes, ahí donde el sol domina y la luz abunda, donde se encuentra la dueña de su viejo corazón, Ann; donde le espera con la más hermosa sonrisa que jamás pudo haber visto y anhelado tanto. ¿Cuánto tiempo falta? Para surcar las nubes blancas con la mejor compañía ¿Cuántas mañanas más ha de soportar el abrir los ojos, y no verle a su lado? Siente como su corazón se remueve en su lecho, cada vez que la piensa, cada vez que la ama de nuevo, y cada vez que recuerda que está muerte, duele. La triste mirada que ahora reina en su pálido semblante, se fija en una de las abundantes nubes, la cual crea la figura más ridícula que una mente podría imaginar, y después otra y otra hasta finalmente convertirse en nada y ser nada, una simple nube que viaja con el viento por sobre los mares y océanos, y que cuando le duele imaginar algo también, llora sobre la tierra y sus hombres.

De su boca y su nariz respingada, salió un melancólico suspiro que duró eternidades. Las horas del día habían pasado tan rápido como los segundos, y el sol moviéndose entre el cielo en la eterna persecución juguetona de su amante la luna seguía; pero la noche aún no estaba demasiado cerca para sentir preocupación por las tinieblas, ni siquiera los colores del crepúsculo amenazaban con aparecer y pintar el cielo, aún no era hora de partir regreso a su hogar, aún podía quedarse y disfrutar de la compañía del tiempo, aún podía pensaba él.

El cansancio a su espalda llegó después de perder el contar de las nubes que cubrían el cielo. Se sienta de nuevo, con sus piernas cruzadas, una encima de la otra, extendidas lo más que su cuerpo le permitía, y descansa el cuerpo una vez más, sintiéndose tan calmo y vivo; pero aún solo. El ver a su alrededor, tanto verde pero ningún otro color, aquellas florecillas que en su capullo se esconden de la presencia invasora, con el temor de ser arrancadas de sus raíces, lloraban por salir; su piadoso corazón, le hizo levantar la palma diestra y crear sobre ella una esfera cálida de luz nutritiva y persuasiva, que al acercar a los pequeños botones de margarita, estas brotaban con la rapidez del pestañeo, mostrando finalmente su color al mundo. Apolo sonríe al ver tan magnifica flor retoñar gracias a su ayuda, y para evitar el celo de sus hermanas más altas, repitió la acción, esta vez llevando su poder más allá del alcance de su propio brazo. Creó uno de los campos de flores más hermosos para los ojos más puros, un campo de margaritas que se extendía varios metros desde el punto de creación de aquella luz, que ahora levitaba con lentitud fuera de la mano de Apolo recorriendo con su propia voluntad el camino, y repartía la vida con los demás capullos cerrados de flores que estaban a la espera de su turno para retoñar. Ahora, ya no sentía más soledad o tristeza, gracias a la compañía de tantas flores bellas, incluso un sonrojo leve comenzaba a nacer en lo alto de sus pómulos, podía quedarse un poco más.  
Apolo Vyntra
Apolo Vyntra

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Mensaje por Evans Scaletta Dom Mar 20, 2016 9:25 am
Estaba completamente lleno de hierbas de colores a mí alrededor, encima de mí y hasta en mis calzones.
Como odio a las hadas de invierno
Mencionaba con total irritación, quería aprovechar mi día libre al ser un domingo cualquiera, muchas profesores iban a relajarse en sus casas o pasar un dia diferente en las playas o viajando de aca para haya, en mi caso sentía la obligación como educador en buscar nuevas recetas para mis alumnos, especialmente para las sombras, dragones y robot. Estos seres suelen tener problema en sus papilas gustativas, las sombras al ser seres con problemas de emoción al ser existencia de planos básicos, causaba que muchas veces no pudiera experimentar algo más allá de su propio vacío existencial. Los androides que estaban en la Academia, sobraban más de los que quería nombrar y lo peor es que muchos de ellos veían la clase de cocina como algo natural, aunque tenían papilas gustativas hechas a medidas impresionante para ser seres artificiales,  era un problema que ellos se sintieran realmente vivos o fugaces con algo que probaran. Luego estaban los dragones, estos seres que aunque muchas veces su honor les jugaba más dificultades que virtudes, aquellos que estaban en mi clase muchos intentaban ser reposteros, era un problema. Ellos su propio aliento era caliente, aunque eso no lastimaría a una persona como tal, hasta en besar. En comer, los alimentos que pasaban por su boca solo conseguían carbonizarse a cierto punto y perdía el sabor de las cosas, así que ellos mismo en muchos casos acostumbraban a cocinar las cosas a puntos ya absurdos, para no tener estos cambios drásticos en su paladar, asi que no podían realmente de conseguir recetas que fueran aceptables para las personas.
Suspiraba de forma larga y tendida, quitándome una por una las hierbas de colores; había escuchado hace tiempo que en las colinas se encontraba algún grupo de hadas que cultivaban la muy llamada “Hierbas del Espíritu de Invierno”, una hierba hechas  de las lágrimas y a veces hasta cadáveres de las hadas, cuando morían o lloraban, sus compañeras tomaban la misma tristeza como la muerte. Por lo que hacían rituales que conmemoraran esas dos situaciones, concentrando sus poderes en crear una hierba de tono blanco que hacía que a su alrededor todo estuviera congelado, mostrando el mismo frio de la muerte y causaba que todo lo que estuviera a su alrededor estuviera muerto por el frio. Lo cómico de esta hierba es que si la usabas en comidas o tan siquiera la masticabas por si solas, sentirías la alegría misma de mil nacidos. Esta tenia magia arcana hacia que cualquier cosa, o bien hasta objeto. Pudiera de sentir las alegrías y sensaciones de virtudes que tenía cada hada al crear dichosa hierbas. Algo excelente para las criaturas que no podían sentir naturalmente, el molerla y echarla en alimentos podía de hacerles sentir como un ser vivo común, brevemente. La magia era algo fantástico, además que causaba que todo se mantuviera en temperaturas neutrales, así que rayarla y ponerla en las comidas de los dragones, era espectacular para que ellos no tuvieran problemas con su propia anatomía.
El problema claro estaba que cuando por fin lograba conseguir una de estas hierbas, siempre estaban custodiada por hadas, si algo tenían estas criaturas es que son absurdamente bromistas. Apenas iba a tomar la dichosa hierba de invierno, solo conseguí que todas ellas usando su magia colectiva, terminaran por inundarme de plantas y hierbajos de color arcoíris, al punto que me sentía como un payaso y a su vez como si estuviera nadando en una especie de vomito de unicornio. Las hadas obviamente usaban su magia también para tele transportar  la hierba y ellas a otro sitio al azar de la colina, por lo que solo me quedaba el volver a buscarle y intentar que no pasara otra de estas ridículas situaciones.

Dispuse el caminar un rato más por la colina de forma curioso, estaba con una mochila grande llena de ingredientes variados, amaba estar preparado ante toda situación y más cuando el estómago ya llamaba a la acción y justamente eso me pasaba. Pero antes de establecerse en algún lugar en busca de hacer mis preparativos, sentía que las brisas fuertes y temperatura, no me dejarían siquiera de hacer una fogata decente para hacer lo que fuera. Me sentía desanimado y a su vez abatido por esto, era como si sintiera en estos momentos que tenía todo y a su vez nada. Pero vi a lo lejos otro ser vivo, lograba reconocerlo. Era otro profesor, aunque nunca había de cruzado miradas con el, muchas veces lo veía en la dirección cuando entregábamos notas o reporte de alumno. Era agradable el ver un compañero de oficio.
Me acerque lentamente a su persona, alzando la mano y a su vez sonriendo  sin recelo alguno.
¡Hey!, ¿Cómo te va?, que haces por estos lares.
Intentaba ser sociable, colocándome enfrente del mismo con una actitud juvenil y curiosa, me era interesante el saber que hacia una persona como el en estos sitios.
Evans Scaletta
Evans Scaletta

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Mensaje por Apolo Vyntra Lun Mar 21, 2016 6:37 pm
La brisa marina resopló nuevamente en suspiro natural, el ambiente que rodeaba al dragón no podía ser más placentero y calmo. Era evidente su amor por esa colina, su escondite, su secreto y guarida de escape en las tardes otoñales, pues en esa época, todos los colores, sonidos e imágenes eran tan bellos como la selectiva paleta de tonos marrones inundando la corteza; pero su alrededor era una excepción, las florecillas que mostraban finalmente su vibrante belleza lograban hacer lo que ya era hermoso aún más bello, pues el paisaje era digno de ser plasmado en un lienzo y mostrado al público como una obra de arte magnífica.

El pálido dedo índice de su mano zurda, acariciaba con la yema el centro de una de las recién retoñadas margaritas, era especial, una de las más pequeñas flores que jamás había visto; pero la altura de sus hermanas no opacaba lo magnífico que ella podría llegar a ser. La miraba con amor en los ojos, como si de su propia hija se tratase, la niña de sus ojos, su  “Magnum Opus”.

Fue entonces cuando escuchó los fuertes pasos venir hacia él, siendo como un ferroviario para las pequeñas y hermosas florecillas que con tanto gusto habían nacido. La cabeza de Apolo se torció rápidamente hacía donde el ser que interrumpía su calma le llamaba. Fijó sus dorados ojos, con pupilas rasgadas y ventanas del alma llenas del deseo del saber. Analizó a fondo a aquel extraño ¿Le conocía? aparentemente sí, no tenía el vago recuerdo de haberle visto antes, en realidad, su mente sólo se nublaba por sentir la enorme presión de las margaritas siendo aplastadas por los torpes pies del hombre ruidoso. El albino suspiró y al poco tiempo se irguió sobre su propia columna, haciendo notar lo abundante de su altura en una comparación rápida. Sin el más mínimo cuidado, sujetó al hombre de los hombros y le obligó a regresar por el camino por donde había venido. Le soltó una vez las flores estuvieron fuera de su trayectoria, y rechazando la presencia que ahora le acompañaba, se cruzó de brazos.

- ¿Nuestros caminos se han cruzado anteriormente? – Preguntó si aún reconocer al hombre que le llamaba con tanto confiar en sus palabras.

Entonces, arrugó la nariz y obligó a su mente a navegar en el tiempo de sus memorias, y finalmente lo supo. El nuevo profesor de cocina que había sido bienvenido en una pequeña reunión en la sala de maestros de la famosa Academia para seres sobrenaturales y humanos con dinero, misma reunión a la que no prestó importancia; pues estaba tan sumergido en su libro de botánica, que ni siquiera los estrepitosos sonidos de un avión al despegar le hubieran distraído.

- Perdone  usted sobre mi falta de conocimiento. El don del recordar se va perdiendo con el paso de los siglos – Comentó el correcto Dragón, aun manteniendo la esencia de aquella remota era griega en la cual había abierto los ojos por primera vez – Sea Bienvenido; espero su estadía sea grata y … - Los ojos de Apolo se fijaron en algo nuevo, un colorido y gracioso atuendo que modelaba el nuevo recluta - ¿Hierba del espíritu de Invierno?-

Preguntó esta vez algo fascinado por reconocer aquellas pigmentaciones y las bromas que las pequeñas Hadas custodias les hacían a los invasores. No se reprimió en lo absoluto en soltar una tranquila risilla tomando una de las plantas coloridas que crecían en la ropa del profesor de cocina.

- “Et Iris” una hierba singular, utilizada especialmente para pequeñas bromas escolares– Repitió el conocedor de plantas y hierbas por excelencia. Se llevó la planta a la boca y masticó una de las pequeñas flores coloridas que de la planta crecían. Abrió la boca después de tragar y se podía notar como su lengua cambiaba de colores una y otra vez, logrando el efecto de arcoíris de aquella planta; rió nuevamente y cerró la boca fijando la vista de nuevo en el ángel, un poco más cómodo con su presencia, pues todo aquel que busque hierbas especiales, podría llevarse bien con Apolo.

- Mi reserva de Espíritu de Invierno está por agotarse. ¿Permitiría a un experto ayudarle en su caza? –
Apolo Vyntra
Apolo Vyntra

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Mensaje por Evans Scaletta Lun Mar 21, 2016 7:28 pm
Me quede un poco perplejo cuando el sujeto me tomaba de hombros y me echaba prácticamente del sitio, al punto que no sabía si le caía mal de buenas a primeras o era su forma de tratar a las personas. Aun así entre más conversaba el sujeto, más me fijaba de un actitud demasiada lenta, como podría de decirlo. Me daba esa sensación de ser una persona demasiado calmada «Algo me dice que este hombre debe de ser popular entre las mujeres, su personalidad suele salir mucho en las telenovelas que suelen pasar en las noche» Y vaya que estaba acostumbrado a ver esos programas, ya que siempre al regresar a mi departamento veía una hora de tele antes de dormir y pasaba ese tipo de cosas. Me quede analizando sus acciones y como también la planta cambiaba de colores mientras le masticaba, como si fuese un reflejo automático. Mientras el hacía aquello, yo sacaba de mi bolsillo izquierdo del pantalón una pequeña libreta que tenía en la parte de las enredaderas metálicas, un bolígrafo. Donde anotaba que aquellas plantas tenían la habilidad de cambiar a múltiples colores al masticarla y seguramente al molerlas.
No conocía siquiera la planta, pero la tomare en cuenta para futuras decoraciones, se me ocurren bastante postres en que usarla. —Comentaba sin cuidado a su vez que se notaba mi fascinación.
No obstante me quede bastante perplejo ante sus palabras, no esperaba que el mismo se ofreciera a echarme una mano. Esto causo una sonrisa amigable de mi parte, a su vez que moviese mi mano izquierda a su hombro derecho y lo tocara de forma confiando.
¡Vamos entonces!, al terminar esto si quieres te preparo algo de comer. Se me cantidades de recetas, es más que te parece un asado Mújol, es una receta de Grecia, seguramente con la hierbas de invierno darán un toque exótico y a su vez innovador.
Al terminar aquel pequeño monologo, disponía a seguir caminando a paso lento pero seguro por la zona. Me guiaba más que todo por la esencia espiritual de las Hadas, quizás un humano común no encontraría de nuevo aquellas hierbas, pero obviamente yo no era un humano. Dure unos 13 minutos de caminatas, debes en cuando deteniéndome a la espera de mi nuevo compañero.

Gracias a los cielos que vi no solo una, sino siete de aquellas hiervas juntas. Seguramente habían hecho un ritual reciente en este sitio. Lo que era bastante agradable de ver, pero complicado. Podía de ver a lo lejos una cantidad considerable de hadas, las cuales estaba aún danzando cerca de las flores. Pero una de ella se fijó de nuestra presencia aunque yo no me percate de la suya. Pensaba el acercarme a ella usando un poco de mi energía, para repelerlas y a su vez que tanto…espera, ¿Cuál era su nombre?, era difícil hacer planes cuando tu propio compañero lo conocías solo de lejos, pero quizás luego lo adivinaría o bien me enterara de otra cosa. Por ahora solo me fije en mi objetivo, haciéndole señales a Apolo sobre el objetivo, pero antes de hacer siquiera nada. Un gran dragón de flores de colores aparecía, era demasiado hermoso a la vista. Pero fue estúpido en muchos sentidos cuando este dragón que era como una especie de dragón de peluche gigante con una gran sonrisa de par en par. Nos tomaba por la cintura y nos lanzaba por los aires, lanzándonos unas ráfagas de la boca de hierbajos, que hacía que mi ropa fuese completamente rosada, seguramente el ataque que iba para Apolo, iba exactamente con las mismas tonalidades o con alguna otra igual de peculiar. Además que teñía mi cabello de verde y mi barba de color naranja, algo que realmente termino por dejarme demasiado a cuadras.
Me sentía algo fatigado asi que sacaba mis alas sin vacilar y daba unos buenos aleteos con la misma para dispersar parte del dragón, que se divida aquella parte que se fueron desasiendo, en pequeños soldados de apariencia de cascanueces. Que se me lanzaba encima y empezaba a poquearme con unas espaditas de flores que aunque no hacían daño, daba una cosquilla tremenda.
¡Oy…e!, si puedes ve por las flores, yo me encargare de las hadas.
No podía siquiera pensar en atacarlas, sabía bien que las hadas eran seres dulces que no buscaba lastimar a los aventureros, solo divertirse y hacerle bromas pesadas, aunque a veces ella ni median su propias bromas.
//Acciones de las Hadas Exclusivas para Apolo, puedes decidir cómo reaccionar ante ellas completamente//
Las hadas agruparon otro gran dragón pero que tenía una lengua afuera como si fuera un perrito, su manía con los dragones que sentía la presencia de Apolo, estaban buscando decirle sutilmente que sabían lo que era de aquella forma graciosa pero sutil. El dragón hacia una pose estilo dramatismo romántico, guiñándole los ojos de flores a Apolo, en una forma de parodia a cortejo animal.
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